Desconocida

Durante una mañana invernal, me dirigía a la parada del autobús para esperar el transporte que me llevaría a la universidad. Me sentía somnoliento como todos los días, ya que tenía la mala costumbre de desvelarme con los videojuegos o escuchando mis podcast favoritos en internet, pero eso no evitaba que pensara en las clases que tendría que soportar durante varias horas. Reconozco que me parecían aburridas, porqué eran la parte básica de mi carrera pero aun así sabía que tenía que cursarlas todas antes de pasar a lo bueno.

 

Había nieve por todos lados, desde la calle hasta los edificios, pero el sol empezó a salir lentamente aunque incluso con los rayos que iban apareciendo en el horizonte, me di cuenta que no importaba ya que sería un día frío como los demás.

 

De repente una chica se acercó al lugar y se sentó en la banca metálica a esperar, no me pareció extraño hasta el momento en que las cosas dieron un giro inesperado. Ella empezó a sollozar, lo cual fue una sorpresa para mi porqué nadie le estaba haciendo algo << Quizá le pasó algo en casa y salió de allí a prisa, por eso no le dio tiempo de reaccionar >> pensé.

 

La chica se soltó a llorar, pero no eran unas cuantas lágrimas sino un río completo, luego de eso intentó jalar aire para poder respirar aunque con dificultad. Al principio era un poco incómodo por qué no estaba acostumbrado a ver a las personas en su momento más frágil, normalmente eran fríos y reprimían sus sentimientos lo más que podían. Tragué un poco de saliva para recuperar mi compostura y poder acercarme, ya que la curiosidad me estaba matando rápidamente. La toqué en el hombro ligeramente esperando ver su rostro cuando volteara y así fue.

 

Ella me miró con sus ojos grises los cuales estaban inundados de lágrimas, asimismo estaban rojizos por la salinidad; sus labios rosados se tornaban rojizos debido al frío y su piel blanca hacía resaltar todo lo demás. En ese momento sentí una necesidad enorme de envolverla en mis brazos, sin embargo, tuve en cuenta que éramos dos desconocidos y eso sería muy raro de hacer. Yo solo era un chico que iba a la universidad y esperaba su transporte, pero también era un metiche por querer averiguar de los problemas de otra persona que no me incumbía en lo absoluto.

 

― No es tu asunto ―Dijo la chica con una voz dulce, mientras se secaba las lágrimas con la manga de su suéter.

― Lo siento, solo quería ayudarte ―Contesté al tiempo que me di la vuelta para alejarme, ya que su respuesta me había sacado de mi centro y por alguna extraña razón sentí que se me rompió el corazón en pedazos.

 

<< ¿En que estaba pensando? ¿Por qué creí que todo saldría bien? >> Me reproché a mí mismo aunque sabía perfectamente que esa sería su reacción, yo era un extraño que se metía en donde no lo llamaban.

 

― Espera ―Pidió la chica en voz baja, al tiempo que sujetó una de mis manos― No te vayas, eres la única persona que se preocupó por mí aunque seas un desconocido ―.

 

Sus manos estaban cálidas y suaves, de cierta manera me sentía culpable por enfatizar su físico, sin embargo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que me topé con un ángel. Asimismo era la primera vez en mucho tiempo que alguien me pedía que me quedara, por lo que no pude negarme a pesar de no saber quién era.

 

― Está bien ―Respondí con voz baja― Tú también eres una desconocida para mí, pero todos merecemos a alguien que se preocupe por nosotros ―.

 

Luego de eso me senté a su lado para ser recibido con un abrazo enorme, porqué sabía que ella lo necesitaba más que yo, así que correspondí su afecto de la misma manera porqué también sabía que yo lo necesitaba.

 

La chica y yo nos presentamos para dejar de ser extraños, pero también para empezar a ayudarla en lo que fuese que la agobiara antes de conocernos. La plática se hizo fluida, le siguieron las risas, los malos chistes, el intercambio de información y finalmente otro cálido abrazo. Dejé pasar varios autobuses pero sabía que valía la pena saltarse una o dos clases, quizá tres, pero no lo cambiaría por nada del mundo ya que había conocido a un ángel que necesitaba mi ayuda. Era la primera vez que me sentía útil, porqué de alguna manera ella le dio un sentido a mi vida desde ese día que nos encontramos.

 

Después de haber sabido de su vida y su pasado, de haberla ayudado con sus problemas y ellas con los míos, dejó de ser una “desconocida”.

 

“La empatía nos lleva a conocer personas maravillosas”.

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