La ruta fantasma

 

Elizabeth era una estudiante universitaria. Todas las tardes acudía a clases, debido a que durante las mañanas trabajaba como taxista de ruta. Los tramos que tenía que recorrer a su escuela eran inmensos, tanto era así, que debía tomar al menos 3 transportes de ida y de regreso a su hogar.

 

Ella no tenía familia puesto que sus padres habían muerto durante un accidente cuando era pequeña, así que desde su infancia hasta su adolescencia, la pasó en un orfanato.  Durante su estancia allí hizo amistad con otra niña, Alexia, con quien iba a todos lados y era la única a quien le contaba todos sus secretos, se volvieron uña y carne e incluso hasta la actualidad seguían teniendo el mismo lazo fuerte que cuando su niñez.

 

Era una tarde cálida de julio, el trabajo había sido intenso pero satisfactorio, ya que cumplió con la cuota diaria. Sin embargo, quiso realizar dos vueltas más para obtener un extra y comprarse unos nuevos zapatos.

 

Para su buena suerte, un par de chicos solicitaron su servicio, pero debía dejar a cada uno en una ubicación diferente y distante una de la otra. Ellos parecían haber bebido en una fiesta, aunque era demasiado temprano para haber salido en ese estado <<Quizá eran un par de chicos alcohólicos que siempre reprobaban las materias de la universidad o peor, tal vez se trataba de un par de malvivientes>> pensó. Aunque pronto desechó tales ideas, por la pinta que traían parecían ser personas de mucho dinero, tal vez solo habían tenido un día de locos por la bebida. Al cabo de un rato dejó a uno de ellos, quien apenas podía mantenerse de pie.

 

El otro chico la miraba insistentemente, a pesar de que Elizabeth no dijo ni una sola palabra durante el trayecto, lo único que quería era terminar el trabajo e irse a casa. Pero inevitablemente las cosas pasaron. El chico tenía facciones más finas a diferencia del primero, pero su voz era bastante atrayente para ella, suave y firme, cálida, amable y con mucha elegancia. Ambos empezaron a charlar, primero del trabajo, después de gustos, más tarde de hobbies y al final de cosas personales, la chispa entre ambos era muy intensa y el viaje se hizo más largo a medida que hablaban.

 

    Por cierto, soy Leonard —Dijo el chico de manera espontánea, las reglas de cambiar de tema repentinamente, se habían ido al caño. Era extraño, pero parecía no importar mucho.

 

    Elizabeth —Respondió con vergüenza y en tono bajo.

 

Las cosas cambiaron de manera repentina, en lugar de llevarlo a su destino, se detuvieron en un restaurante y charlaron por más tiempo. Parecía que se conocían de años, todo era tan fluido y tan intenso, que a ninguno le importo que la noche cayera tan rápido.

 

Después de un rato ambos se retiraron para retomar el camino, durante el trayecto se mantuvieron callados por unos minutos, hasta que finalmente ella hablo.

 

    ¿Crees en las brujas? —Inquirió ella de manera muy seria.

 

La pregunta lo dejó pensativo, pero contestó lo más pronto posible para no dejarlo en un silencio incómodo.

 

    Creí que ya habíamos tocado el tema friki.

 

    Lo sé, es mera curiosidad solamente, así que ¿crees en las brujas? —Repitió sin dejar de mirar el camino delante de ella.

 

De pronto, algo extraño pasó, Leonard empezó a sentirse extraño, sentía un vacío en su estómago y una pesadez enorme además de mucho sueño. Intentó responderle a Elizabeth, pero inevitablemente perdió el conocimiento.

 

Después de un rato recobró la conciencia, se dio cuenta que estaba atado de pies y manos, y que además colgaba de un tubo grueso de agua que lograba soportar su peso. Le dolía mucho la cabeza, además de que se sentía mareado y desorientado, intentó recordar lo que había sucedido pero le costaba bastante debido al dolor. Miró a su alrededor para poder estabilizarse y comprender, pero no le ayudó mucho puesto que se encontraba en una bodega sin ventanas a las cuales asomarse.

 

    Te he estado cazando desde hace tiempo —Dijo una voz femenina, la cual salía de entre las sombras.

 

    ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres?! —Contestó Leonard preocupado, empezó a sentirse muy nervioso y también asustado.

 

La voz no respondió, pero luego de eso comenzó a sentir un ardor en su espalda que lo hizo gritar con todas sus fuerzas. La sensación era comparable con una barra de hierro al rojo vivo, con la cual escribían algo sobre su piel y luego de eso el humo invadió su espacio personal.

 

    ¡¿Qué quieres de mí?! —Gritó con desesperación.

 

Un susurro se hizo presente detrás de él. Parecía una especie de juego macabro, quizá una mala pasada de sus amigos que estaban confabulados <<Malditas drogas>> Pensó.

 

    No son las drogas —Dijo la voz con satisfacción— Son las consecuencias de tus actos, la forma en como enamoras a las chicas y te aprovechas de ellas.

 

    ¿Aprovecharme? ¿A qué te refieres?  —La respiración de Leonard se agitó.

 

Pero ella no contestó. De nueva cuenta el chico sintió un ardor en su espalda, una y otra vez hasta que finalmente se agotó por el enorme esfuerzo y el sufrimiento por el que estaba pasando.

 

    ¡¿Recuerdas a Alexia?! ¡¿Te acuerdas de como la hiciste sufrir?!

 

    ¡¿Quién eres?! —La desesperación se apoderó de él y empezó a llorar.

 

    Soy tu peor pesadilla —Susurró ella.

 

La barra de hierro acarició la entrepierna de Leonard, podía sentir el calor del metal cerca de sus testículos y el ardor intenso en la piel. De pronto, ocurrió un movimiento rápido hacia sus partes, lo cual representaba el fin inmediato de su hombría.

 

Inmediatamente regresó en sí. Miró a todos lados y se percató que se encontraba aun dentro del aunque había detenido la marcha, su respiración todavía estaba agitada, podía sentir ardor en su espalda además del calor en su entrepierna pero físicamente no había nada mal en él. Levantó la vista hacia el retrovisor y ahí pudo ver los ojos de Elizabeth, esa mirada que lo juzgaba y lo culpaba de todo. Él sabía perfectamente la razón, pero no quiso admitirlo.

 

    ¿Recuerdas a Alexia? —Inquirió ella.

 

Leonard se quedó estupefacto al darse cuenta que su torturadora era ella, pero no entendía la razón por la cual coqueteó con él y accedió a convivir.

 

    Sé lo que piensas y eso fue justo lo que hiciste con ella —Dijo mientras apretaba el volante— Charlaron, comieron, compartieron intimidades y finalmente, cuando te ganaste su confianza, abusaste de ella

 

    Yo… no quería hacerle daño, solo, ella dijo que no y eso me molestó, no debí…

 

    Exacto, no debiste, pero ahora tienes que sufrir con las consecuencias de tus actos y con eso me refiero a que sentirás ese ardor por el resto de tu vida —Golpeó el volante con furia— Si no creías en las brujas, ahora podrás creer, te metiste con quien no debías —Sus ojos cambiaron a un tono oscuro.

 

Ella le mostró lo que escribió en la espalda del chico <<Violador>>, repetidas veces en toda el área. Por último, le advirtió que si volvía a hacerle daño a alguna mujer, el ardor sería tan insoportable que tal vez no resistiría y si eso no lo mataba, iría a por él para hacerlo sufrir personalmente.

 

Él no dudó en salir corriendo de allí, se fue en un estado de shock al saberlo todo. Mientras que Elizabeth dibujó una sonrisa en su rostro de oreja a oreja, a ella no le gustaba ser cruel con los demás ni mucho menos era una mala persona, pero tenía que hacer justicia por su mejor amiga. Aunque para lograr sus objetivos tuviera que usar una ruta inexistente, entre el plano terrenal y el espiritual.

 

    Debería ponerle un nombre —Miró a ambos lados mientras se mordía los labios— La ruta fantasma, sí, eso sin duda funcionaría con los incrédulos.

 

Respiró profundamente y encendió de nuevo el vehículo, estaba satisfecha de usar sus poderes para el bien y tener el poder de castigar a los injustos. Era una bruja muy orgullosa de sí misma.

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